Distrito Star Wars

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miércoles, 24 de julio de 2013

Rancor

RANCOR


El rancor era una criatura terrible que estaba escondida en una oscura cámara bajo el salón del trono de Jabba el Hutt. Una mole de músculos y carne reptiliana de 5 metros de alto, el rancor caminaba sobre dos achaparradas patas y tenía unos brazos desproporcionadamente largos para capturar a sus presas.
Resaltando en su cara chata, había unas babeantes fauces llenas de dientes. Su piel blindada era tan dura que para él los disparos de los blasters eran simples pinchacitos.
El rancor servía para el doble propósito de entretener a Jabba el Hutt y de zamparse a los criados, músicos o cualquier ser del que Jabba quisiese deshacerse. Con el grito de “¡Boska!” Jabba activaba una trampilla secreta que había delante de su trono. La víctima caía dentro de la sombría cámara subterránea viendo como se abría un enrejado que permitía a Jabba y a su depravada audiencia, ver los horripilantes procedimientos. Una rechinante puerta de contención se abría para liberar a la bestia. El rancor daba cuenta rápidamente del infortunado ser que había caído en el pozo.
Luke Skywalker cambió las tornas del típico destino de la víctima del rancor cuando Jabba lanzó al joven Jedi a la guarida del monstruo. Skywalker escapó de las garras de la bestia y la atrajo hacia su cubil. Cuando el rancor estaba delante de la puerta de contención, Luke lanzó la calavera de una víctima anterior al mecanismo de control de la puerta. Ésta se cerró cayendo sobre el cráneo del rancor, matando a la mascota de Jabba.

UNIVERSO EXPANDIDO

Los rancors son enormes y crueles reptiles que se encuentran en varios planetas de la galaxia. Hay varias variedades, pero todas tienen en común casi la misma psicología y temperamento.  Todavía es un misterio el como se dispersaron por tantos sistemas diferentes, pero muchos científicos piensan que fueron llevados a algunos planetas por razas inteligentes que utilizaban a estas enormes criaturas como monturas de guerra o bestias de carga.
Se levantan sobre dos patas como troncos alcanzando una estatura de más de cinco metros y proporcionan una visión intimidatoria para los que se encaran con ellos. La piel de los rancors es a menudo una combinación de colores gris, verde y marrón y tienen unos brillantes ojos negros. Sus brazos, esbeltos en cierto modo, son muy largos y desproporcionados en comparación con el resto de sus musculosos cuerpos. Tiene enormes mandíbulas y largas y afiladas garras en los dedos de sus pies y sus manos.
A pesar de su fiereza son en realidad criaturas benevolentes cuando están bien alimentadas y se los deja a su aire. Se pueden domesticar tanto para monturas como para transporte de cargas, pero la doma debe de ser llevada a cabo por expertos. Si son maltratadas se vuelven violentas de por vida.
Los rancors de Dathomir son mucho más fuertes e inteligentes que los otros y han sido domesticados por las Brujas de Dathomir.
Nadie sabe muy bien de donde procede el rancor de Jabba, pues el planeta Dathomir está sujeto a una estricta cuarentena que no permite que nada salga del planeta. El rancor fue encontrado en una nave que se estrelló en los desiertos de Tatooine. La nave pertenecía al capitán Grizzid, un comerciante de alguna notoriedad que había tenido tratos con Jabba en el pasado. Los jawas proporcionaron a uno de los lugar-tenientes de Jabba, Bidlo Kwerve, la información acerca de una nueva fuente de chatarra en la que había un depredador mortal.
Intrigado y tratando de ganarse el favor de Jabba, Kwerve organizó una partida de inspección al lugar.
Kwerve y sus gamorreanos llegaron al lugar del accidente y después de muchos esfuerzos lograron incapacitar a la criatura. Bib Fortuna, el principal rival de Kwerve, llegó al lugar para averiguar lo que allí sucedía. Tres días más tarde, Fortuna y Kwerve le ofrecieron a Jabba el rancor como un regalo. Fortuna fue ascendido a Jefe de operaciones de Jabba, mientras que Kwerve tuvo el honor de convertirse en la primera comida del rancor en el palacio de Jabba.
Jabba confió el cuidado del rancor a un corelliano llamado Malakili, que amaba a la bestia como si de una mimosa mascota se tratase.

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